martes, 8 de abril de 2014

EL QUE VE TODOS LOS SERES EN SU PROPIO SER, Y SU PROPIO SER EN TODOS LOS SERES, NO CONOCE EL SUFRIMIENTO...ISA UPANISHAD
 


El individualismo despótico, característico del modelo imperante, el capitalismo desenfrenado (¿hay otro?), lleva las miradas hacia el propio “ego”, despojándolo de una perspectiva sistémica e integral, y de una mirada empática.
Cuando observamos la situación de vulnerabilidad de una determinada comunidad, intuímos que con un plan que eleve su IPC o su IDH y pautas de inclusión social podremos dar solución a sus vidas enajenadas.

Esta lógica es coherente con éste modelo individualista, que considera como única pobreza la falta de desarrollo económico.
Todo se compra, todo se negocia. Este es el modelo dominante hoy en día.
Y las OSC no estamos a salvo de ésta lógica.

Nos conectamos con nuestro contexto a través de nuestra carga teórica, en buena parte forjada dentro de la matriz mecanicista y el pensamiento economicista, con lo que creemos que es el debería ser, y pocas veces nos detenemos a preguntarnos los pensamientos de otros, y mucho menos sus sentimientos.

Cuantos proyectos han sido concebidos y formulados con un alto nivel de complejidad y profesionalismo, pero cuan pocos fueron viables, sostenibles en el tiempo, por no contemplar ni siquiera mínimamente el punto de vista de los supuestos destinatarios de la propuesta. Me pregunto si tenemos derecho a hacer esto como ser humano… ¿Cuál es mi rango de diferencia con el otro?

Armamos proyectos para promover fuentes de trabajo en determinada comunidad, para lograr inserción laboral, inclusión (¿vale la pena incluirnos en un modelo deficitario?) y no reparamos en que quizá sus prioridades partan de otras carencias mas profundas, de tipo simbólico, como el ser discriminados, la falta de reconocimiento y de afecto, el no ser considerados como ciudadanos con los mismos derechos y oportunidades que el resto. O la urgencia por construir la identidad propia en modo independiente de los modelos externos.

Hace poco vi un video de la comunidad indígena de los Huarpes, Mendoza. Según las estadísticas y el análisis de contexto, ésta comunidad ya había desaparecido. Y esto es cierto, han sido desaparecidos, pero de nuestras mentes, y han quedado totalmente olividados y abandonados a la deriva. Ellos no reclaman trabajo, ya que tienen suficiente con la agricultura. Si bien sufren la escasez de agua, lo que quieren por sobre todo es ser considerados parte de la comunidad.
Hace años hemos ido la villa, con toda la seguridad de que lo que había que solucionar era el problema de las NBI, para encontrar que los locales priorizaban la creación de su propia emisora radial para fortalecer su identidad comunitaria. A barrios periféricos ofreciendo asfalto y gas, y encontrando que privilegiaban un salón de usos múltiples para encontrarse y ser creativos. Los ejemplos pueden multiplicarse…

Como Organizaciones Sociales, tenemos que agrandar la lente de nuestra óptica. Ponernos en lugar del otro y conocer su realidad. Y sólo entonces ser facilitadores para mejorar las condiciones de vida de la comunidad a la cual estamos sirviendo.
Escuchar, escuchar activamente. Transformar nuestros corazones en fuente y receptor de sentimientos de empatía y sentido común, en el sentido de común a ellos y nosotros.
La realidad no es de nuestro dominio. La construimos entre todos.
Y para eso hay que agregar el ingrediente mágico de la humildad.

Desde una perspectiva sistémica, no existe una sola pobreza, o sea la económica. Existen muchas pobrezas y nosotros como organizaciones al servicio de la Humanidad ya hemos detectado esto en la red de problemas.
Es hora de comenzar con la construcción de objetivos basados en el visualizar y promover las riquezas humanas, lo que requiere de la empatía y del amor universal.

Porque como dice la cita sólo viendo a todos los seres en nuestro propio ser y a nuestro propio ser en todos los seres, daremos fin, entre todos, al sufrimiento de la Humanidad.

Haleh Maniei


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