miércoles, 2 de abril de 2014





"La Disminución del consumo como factor sinérgico en la revisión de la crisis ambiental"



por Lucio Capalbo

Libro: Expresión Social de la Conciencia Planetaria
Ediciones CICCUS


El presente trabajo describe los diversos factores antrópicos generadores de impacto ambiental negativo, tanto en forma individual como en su interrelación. Se centra luego en el consumo, como factor de máxima relevancia y propone un modelo alternativo de reducción global del mismo con redistribución del ingreso, esbozando algunas pautas para alcanzarlo.
1. Introducción
Si nos preguntáramos acerca de la magnitud y alcance de la crisis ambiental, podríamos proponer tres categorías conceptuales para enmarcar una posible respuesta:
a) La crisis es perturbadora para la vida, empeorando las condiciones de amplias poblaciones, pero sin amenazar la continuidad de la especie humana en su conjunto
b) La crisis perturba profundamente el ecosistema planetario, el cual será capaz, sin embargo, de reestablecer su homeostasis, aunque su nuevo estado de equilibrio, excluirá a la especie humana
c) La crisis acabará destruyendo integralmente el ecosistema planetario, pasando la Tierra a ser un planeta desierto, desprovisto de vida, tal como se la define hoy.
Las opciones b y c son altamente angustiantes, pero la “a” no deja de ser preocupante, porque cuando se dice “empeorando las condiciones de amplias poblaciones”, aunque la especie humana en su conjunto subsista, muchas personas sufrirán, enfermarán, y morirán.
Es oportuno recordar que el Fondo de Población de las Naciones Unidas preveía, hace ya varios años, unos ochocientos millones de refugiados ambientales, sólo en las primeras décadas del siglo XXI (1)

Aunque ciertamente la magnitud y complejidad de la cuestión planteada hace que nadie esté en condiciones de dar una respuesta taxativa, es interesante tomar en cuenta un estudio realizado por la Universidad de Stanford, que indica que nuestra especie está utilizando actualmente, ya sea en forma directa o indirecta, el 25 % del “Producto Neto Primario”, es decir de toda la energía disponible para cualquier especie que no sea capaz de fotosíntesis (exoenergía).
Esto implica que, como límite teórico, sólo son posibles dos duplicaciones más de la actividad humana, lo que al ritmo actual de crecimiento del uso de recursos, se alcanzaría en dos o tres generaciones. Obviamente, este es un límite teórico, ya que mucho antes que eso, el ecosistema mundial colapsaría, por estrangulamiento de las cadenas tróficas en el contexto de biodiversidad decreciente.
Otro dato interesante es que, desde una perspectiva del agotamiento de los recursos, ya hoy, si se extrapolaran los valores de consumo de los paises materialmente desarrollados (normalmente conocidos como desarrollados a secas, adjetivación a la que no suscribimos) a toda la población mundial, muchos de dichos recursos desaparecerían en brevísimo tiempo. Así, los Estados Unidos de Norteamérica, con menos del 5 % de la población mundial, consumen el 33 % del cobre del planeta. Si todos consumiéramos cobre a ese nivel, harían falta unos 7 planetas Tierra para proveer
ese metal.
Hay dos consideraciones a tomar en cuenta en relación con los problemas ambientales: 1) La mayoría de los indicadores de deterioro ambiental, crecen en modo exponencial, es decir, acelerado. La cantidad de basura producida, la superficie desertificada o la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, por citar sólo algunos ejemplos, han venido siguiendo esa ley. Para comprender en modo intuitivo como opera una función exponencial, es oportuno el ejemplo del estanque (4). En un estanque flota una planta acuática. La superficie del estanque es tal que se necesita un millón de aquellas para cubrirla totalmente. La planta se reproduce, duplicando su población a diario. Un simple
cálculo muestra que se necesitan tan sólo veinte días, para cubrir el estanque, es decir, superar el millón (2 exp 20 = 1 048 576) Pero lo interesante del ejemplo es que si un observador desprevenido pasara por nuestro
escenario el día diez y nueve, al ver el estanque mitad cubierto, mitad vacío, podría erróneamente pensar que aún faltan si no otros diez y nueve, al menos varios días más para cubrirlo.
Muchos de los problemas ambientales, que han ido incrementándose sostenidamente en las últimas décadas, podrían estar hoy en una especie de “día diez y nueve”, es decir, al borde de alcanzar una saturación, o umbral crítico.
Solo baste considerar, como indicador final del deterioro ambiental, que a inicios del siglo XX se perdía una especie anual, en 1950, unas seis, en 1975, cuatrocientas, en 1990, uns ochomil, y en 2000, cincuentamil especies por año (5)
2) La segunda consideración es que los problemas ambientales no pueden ser considerados en modo aislado, ya que están interrelacionados en una compleja red causal, en la que aparecen lazos de retroalimentación.
En ese sentido, el abordaje clásico que se utiliza dentro del modelo de desarrollo hegemónico de corte mecanicista, lineal y fragmentario, es inadecuado para abordar la problemática ambiental.
Por ejemplo, la liberación de gases de invernadero, como el CO2, es responsable del calentamiento global.
Por otra parte, la liberación de clorofluorocarbonos (CFCs) lo es de la destrucción del ozono estratosférico.
Hasta aquí, ambos problemas aparecen como separados.
Sin embargo, los CFCs, son ellos mismos poderosos termoactivos, contribuyendo también al calentamiento global.
Pero además, la destrucción del O3, aumenta el pasaje de radiación ultravioleta (UV). Esta mayor incidencia de radiación UV está afectando y modificando poblaciones de fitoplancton, reduciendo la capacidad de absorción de dióxido de los océanos. He aquí un primer vínculo entre destrucción del ozono y efecto invernadero.
Consideremos otro gas de invernadero, el metano (CH4). Si como se prevé, el efecto invernadero está comenzando a provocar el derretimiento de hielos continentales (6), estos hielos liberarían al licuarse, metano atrapado en ellos, retroalimentando el proceso (7).
A su vez, la suba del nivel del mar implicaría la destrucción de franjas costeras cultivables, promoviendo la tala de bosques eventualmente jóvenes y fijadores de carbono (8) y disminuyendo así otro sistema terrestre de reabsorción del CO2.
Son muchísimos los lazos y vínculos entre “diversos” problemas ambientales, incluyendo sus conexiones con problemáticas sociales y culturales, tales como el aumento de la pobreza, la migración a las ciudades o la transculturación.
Estas dos consideraciones hacen que debamos revisar los abordajes, en general fragmentarios e incompletos, que pueden hacerse para realizar pronósticos en relación con la cuestión ambiental.
Aunque no dispongamos de una prueba taxativa (en muchos marcos epistémicos dichas pruebas sencillamente no existen), hay indicios suficientes para aplicar el principio precautorio y, asumiendo que la máxima gravedad de la crisis es altamente probable, actuar enérgicamente e inmediatamente como si tuviéramos la certeza.
En otras palabras, no es necesario “probar” la proximidad del extremo de la muerte y desintegración total del superorganismo planetario, -por utilizar un concepto “gaiano” (9)- para comenzar a actuar.
Pero esta acción, debe dirigirse a las dinámicas generativas del impacto ambiental negativo, y no meramente a los síntomas.
Esto llevará, muy probablemente, a un profundo pero necesario cuestionamiento del modelo de desarrollo hegemónico, de neto corte economicista.



I. Visión sintética de los problemas ecológicos


por Ezequiel Ander-Egg
Libro: Decrecer con Equidad
Ediciones
CICCUS


En este capítulo queremos ceñirnos a tratar todo lo referente a los estragos ecológicos de la globalización. Sin embargo, como ya explicamos en la introducción, desde sus inicios, el capitalismo, por su intrínseca deshumanización, resultó un depredador de la naturaleza. Ahora, con el proceso de globalización, acentuando esos rasgos, nos ha llevado al umbral mismo de la catástrofe ecológica, responsabilidad que también cabe a los países socialistas industrializados, apoyados en el mismo modelo productivista y depredador, fundamentado en el mito del crecimiento y el desarrollo, en el culto al productivismo y la adicción al consumo.
Presentamos una visión sintética de los problemas ecológicos, en cada uno de los aspectos en que se manifiestan los estragos.
1. La pérdida de tierras cultivables, la degradaciónde los suelos y el proceso de desertización
Se ha calculado que existen en nuestro planeta 13.000 millones de hectáreas; de ellas el 11% son tierras fértiles cultivables y el 24%, potencialmente cultivables. La desertización progresiva de vastas áreas del planeta constituye uno de los grandes problemas ecológicos que afronta la humanidad desde mediados del siglo xx, aunque el problema de la degradación de los suelos es de muy vieja data.
Ahora bien, una serie de factores ha contribuido en estos últimos cincuenta años a la pérdida de tierras cultivables, la degradación de los suelos y la desertización. Aunque faltan estudios más fidedignos (como se advirtió en la Cumbre de la Tierra, Río 1992), existen algunos datos bien significativos:
• Cada año se vuelven inútiles alrededor de 7 millones de hectáreas de suelo.
• Entre 1970 y 1990 se perdieron 450.000 millones de hectáreas de capa vegetal superior.
En la conferencia de Copenhague (diciembre 2009), al tratar el tema de la desertización, se señaló que el desierto de Gobi en China crece a un ritmo de 10.000 km2 al año. Situaciones similares se producen en Marruecos, Túnez y Libia.

En el informe de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) de julio 1993 se presentó una conclusión alarmante acerca de la pérdida de los terrenos fértiles desde la década del 90 hasta el año 2015. Serían unas 140 millones de hectáreas, equivalentes a la extensión del territorio de Alaska.
Esta pérdida de suelos fértiles y la consecuente erosión de los mismos, se produce por la sobreexplotación de las tierras, por el sobrepastoreo y por la utilización de modos de irrigación que arrastran la capa fértil del suelo. En el caso de Egipto, el porcentaje de las tierras cultivables salinizadas es del 30%.
A todo ello, se añade a la pérdida de tierras laborables por urbanización (más de los dos tercios de la humanidad vive en zonas urbanizadas), la construcción de autopistas, caminos, aeropuertos, fábricas y centros comerciales.