domingo, 6 de abril de 2014



"La Disminución del consumo como factor sinérgico en la revisión de la crisis ambiental"



por Lucio Capalbo
Libro: Expresión Social de la Conciencia Planetaria
Ediciones CICCUS


3. El consumo: el tema relegado en la cuestión ambiental
Paul Ekins decía que la frugalidad es una noción “subversiva”, pues su práctica atenta directamente contra el centro de los intereses del modelo economicista-consumista.(23)
La disminución global del consumo, como meta universal en pro de la sustentabilidad es el gran tema olvidado en la cuestión ambiental.
Se habla mucho de cómo producir de modo más limpio, como tratar los efluentes tóxicos, como gestionar los residuos sólidos urbanos, de eficiencia energética, certificaciones ambientales y ecoetiquetado, pero casi nadie habla de consumir, y por lo tanto producir menos.
¿A qué obedece esta clara omisión? Desde los sectores hegemónicos del poder, las grandes empresas multinacionales y el pensamiento capitalista en general, la respuesta es obvia: es el consumismo y el funcionamiento del mercado lo que sostiene los privilegios de los más adinerados.
Los gobiernos se alían a este enfoque, sea por ser avasallados por dicho poder multinacional, sea por adherir a la creencia de que a mayor producción-consumo y mayor poderío económico de sus países y territorios administrados tendrán mayor “desarrollo” y mayor poderío tanto nacional como personal.
También por la creencia –bien promovida e instalada- de que una reducción del consumo y de la producción traerá inevitablemente un desastre económico, mayor desempleo y pobreza.
Obviamente que la reducción global del consumo no debe promoverse asfixiando aún más a los más pobres, y ni siquiera recortando proporcionalmente el ingreso de todos.
Se trata de una reducción global del consumo con redistribución del ingreso, de tal forma de que, a pesar de tal reducción global sólo el quintil más rico vea disminuidos (drásticamente) sus ingresos, mientras que los otros cuatro quintiles lo vean incrementado.
Anualmente, las Naciones Unidas emiten los datos sobre la distribución mundial del ingreso, cuyo gráfico correspondiente, por su forma, es conocido como “la copa de champaign”. (24)
Se divide la población mundial en cinco quintiles, y a cada quintil se le asigna el porcentaje de participación en la riqueza planetaria.
Así, se observa que para el quintil más rico, corresponde un 87 % de la riqueza, al siguiente, aproximadamente un 10%, y luego los restantes tres quintiles un 1,2 %, un 1 % y un 0,8 %.
Luego de décadas de aplicación del modelo de desarrollo hegemónico, el porcentaje de riquezas del quintil más rico nunca dejó de incrementarse (ensanchamiento de la boca de la copa) y los porcentajes de los quintiles más pobres, de reducirse (angostamiento del pie –sin base- de la copa).
El “derrame” prometido, jamás llegó, ya que la concentración progresiva de la riqueza es estructural e inherente al modelo.
Son alarmantes las cifras dadas por las Naciones Unidas acerca de que sólo 225 fortunas en el mundo, equivalen a la riqueza combinada de la mitad más pobre de la humanidad, y que con sólo el 4 % de dicha riqueza podrían solucionarse los problemas básicos de la misma (25)
El modelo de reducción del consumo con redistribución a proponer, consiste en una reducción global del consumo del 40 %, es decir una reducción al 60 % del actual.
La siguiente tabla muestra como quedaría una hipotética distribución por quintiles:
QUINTIL
ACTUAL
PROPUESTO
OBSERVACIONES
20 % más rico
87 %
16 %
Brusca Reduccción
Segundo 20 %
10 %
14 %
Incremento del 40 %
Tercer 20 %
1,2 %
12 %
Diez  veces más
Cuarto 20 %
1 %
10 %
Diez veces más
20 % más pobre
0,8 %
8 %
Diez veces más
TOTAL
100 %
60 %
Reducción del 40 %
Observese, que el nivel de ingreso per cápita promedio mundial actual, del orden de U$S 6500 (26) pasaría a ser del orden del 60 %, es decir, unos U$S 3900.
Pero U$S 3900 equivale, para una familia de cuatro miembros, a U$S 15600 anuales, o lo que es lo mismo, U$S 1300 mensuales (aproximadamente $ 4200 por mes), lo cual es más que aceptable.
La primera observación crítica que podría hacerse a esta ambiciosa modificación de la distribución mundial del ingreso, es que los puestos de trabajo quedarían reducidos al 60 %.
Sin embargo, si por cada puesto de trabajo se generaran dos, se tendría un 120 % de puestos de trabajo de la mitad de tiempo que los actuales.
Puede preguntarse si tal dedicación reducida alcanzaría para el sustento de cada trabajador, la respuesta es casi tautológica, ya que si la humanidad consume el 60 % de lo anterior, el trabajo global puede disminuir, y la retribución monetaria del mismo sería suficiente, ya que no hace si no reflejar la producción de bienes (en una economía mundial desafectada de la especulación financiera).
La segunda observación, es que esto es utópico, prácticamente imposible de lograr, ya que quienes poseen poder y riquezas, no lo cederán voluntariamente.
Al respecto puede considerarse que lo que no se logre por una voluntad consultiva, será probablemente forzado por graves acontecimientos sociales, y ciertamente obligado por inevitables acontecimientos ambientales, sólo que de maneras drásticas y calamitosas.
Si la sensibilidad social y solidaridad humana no lo hacen, el inexorable avance del deterioro ambiental presiona cada vez más forzando la urgente búsqueda de soluciones.
Dicha presión también crece exponencialmente, y lo que hoy parece utópico, puede ser visualizado como urgente y necesario en poco tiempo más.


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