viernes, 16 de mayo de 2014


El régimen iraní aún sigue temiendo
a joven ahorcada hace más de 30 años.

 
Por Payam Akhavan Publicado el lunes 12 de mayo de 2014.

Imaginen un revolucionario musculoso y barbudo con una ametralladora. Ahora, imagínenlo a él poniendo la soga alrededor del cuello de una joven de 17 años de edad con los ojos vendados. ¿Su crimen atroz? La enseñanza en la escuela dominical para niños. Entonces imaginen a las mismas fuerzas militantes volver a excavar su tumba 30 años más tarde para eliminar todos los rastros de ese acto vergonzoso.

Este escenario impactante, lamentablemente, no pertenece a una conmovedora película de Hollywood. Es la realidad que se juega en el Irán de hoy, en tanto los poderosos Guardianes de la Revolución excavan el cementerio histórico en la ciudad de Shiraz, donde se encuentran enterradas Mona Mahmudnizhad y otras nueve mujeres ejecutadas en 1983, junto con otros 950 miembros de la perseguida minoría religiosa bahá’í.

Este último acto es profundamente repugnante y desconcertante. Qué, se puede preguntar, es lo que los poderosos Guardianes de la Revolución temen tanto?

Desde los primeros días de la revolución islámica de 1979, la minoría bahá'í de Irán ha sido objeto de violenta persecución. Casi todos los administradores de esta comunidad pacífica fueron exterminados sistemáticamente en lo que el experto de la ONU, Benjamin Whitaker, ha descrito en 1985 como un "genocidio".

Fue en este contexto que el 18 de junio de 1983, Mona Mahmudnizhad de 17 años de edad, y otras nueve mujeres, fueron ejecutadas. Otros miles han sido encarcelados, torturados, expulsados de sus trabajos y de las escuelas, o sus propiedades confiscadas. La profanación de lugares religiosos y cementerios es una expresión particularmente flagrante de una ideología de odio de "limpieza cultural", cuyo objetivo es eliminar todos los rastros de los ciudadanos bahá'ís de Irán.

Yo era un contemporáneo de Mona, y su extraordinario coraje dejó una impresión profunda y duradera en mi generación. Surgieron informes de algunos guardias compasivos de la prisión describiendo que, después de graves torturas, cuando estaba siendo insultada y escupida por quienes la estaban a punto de colgar, ella puso la soga alrededor de su propio cuello y sonrió en un acto final de desafío. Sus verdugos no habían logrado quebrarla. El suyo era un triunfo del espíritu humano frente a una crueldad inimaginable.

Los bahá'ís siguen siendo un chivo expiatorio de uso múltiple para la República Islámica. Un flujo incesante de la propaganda de odio les ha acusado de todos los males imaginables en la fértil imaginación de sus autoridades: el imperialismo estadounidense, espionaje para Israel, "rebeldía religiosa”, promiscuidad sexual, rituales satánicos, y una miríada de otras fechorías.

Los bahá'ís también han sido culpados por las masivas 2.009 protestas post electorales - el denominado Movimiento Verde. En resumen, los bahá'ís son una distracción conveniente para todos los males de un régimen que sigue sometiendo a sus ciudadanos a los abusos de derechos humanos, entre ellos la mayor tasa per cápita de ejecuciones del mundo, así como la corrupción y la pobreza.

Entonces, ¿qué es lo que los Guardianes de la Revolución tanto temen?

La creciente demonización de los bahá'ís en los últimos tiempos habla mucho sobre temor del régimen de perder su control del poder absoluto. El pueblo iraní ha despertado a la realidad de la propaganda de odio como instrumento de represión. Clérigos islámicos como el ayatolá Masoumi Tehrani, en actos de solidaridad sin precedentes,
han hablado en defensa de los bahá'ís.

Otro ejemplo es Mohammad Nourizad, un ex alto funcionario del régimen, quién fue a la casa de un niño Baha'i de cuatro años de edad, cuyos padres se encuentran en la cárcel, y que -desafiando la visión fanática de que los bahá'ís son "impuros "- besó los pies del niño en un acto valiente de contrición.

Mientras que la Guardia Revolucionaria se ocupa en profanar los huesos de sus víctimas, un nuevo Irán post-odio está naciendo, en el que el pueblo exige respeto a los derechos humanos de todos los ciudadanos. Eso es lo que aquellos en el poder temen más.

Jean Paul Sartre dijo la famosa frase de que "si no existiera el Judío, el antisemita tendría que inventarlo." El fanático, cuyas ideas no pueden prevalecer por medio de la razón, necesita colgar a una joven de 17 años de edad, para sentirse poderoso y heroico. Tiene que incluso borrar los rastros de las víctimas muertas hace largo tiempo para, desesperadamente, convencerse a sí mismo que ha triunfado. Pero no importa qué tan profundo excave la tierra, el espíritu de Mona y otros como ella seguirán inspirando a las personas de conciencia a desafiar el odio y la violencia.

Payam Akhavan es co-fundador del Centro de Derechos Humanos de Irán para la documentación, ex fiscal de la ONU en La Haya, y profesor de Derecho Internacional en la Universidad de McGill, en Montreal. 
http://goo.gl/EEsbkg 
 

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